Por una dignidad menstrual, creando lazos de sangre

Hola, me llamo Laura, soy antropóloga y costurera feminista pero muchas personas me conocen como Maclovia porque hace dos años y medio comencé a impulsar un proyecto que lleva ese nombre el cual fomenta una cultura de la equidad, aunque no sólo entre géneros eh, sino con todos los seres vivos.

En Maclovia trabajamos sobre todo entre y para mujeres e intentamos hacer las cosas de una manera un poquito diferente a lo que el sistema nos está imponiendo, unimos esfuerzos, habilidades, energía, entusiasmo y mucho, mucho trabajo para en este caso producir algo.

¿Y qué producimos? En este momento nuestro producto estrella son toallas de algodón, reutilizables hasta por 3 años, lavables, súper fáciles de lavar, las cuales tienen grandes beneficios para la salud de las chicas que las usamos y para todo el planeta.

Y de seguro estarás pensando, ok Laura ¿esto es una plática para que me vendas toallas? Y yo te diré no precisamente, la idea de la Coop, que es como le decimos de cariño, va mucho más allá de la venta de productos, es una iniciativa que conjunta varias cosas:

  • Impulsar el desarrollo artístico y creativo de cada una de nuestras integrantes, fomentando una conciencia social sobre nuestra actual forma de consumo, auto gestionando nuestro cuerpo y nuestro propio desarrollo y generando un empleo digno.
  • La confección y el diseño textil son un medio para alcanzar un objetivo mayor, que es crear redes de apoyo entre mujeres, alianzas donde cada una de nosotras con nuestras diferencias, podamos reconocernos e inspirarnos a crecer, no solo económicamente sino mental y espiritual, y entonces aprendamos a gestionar esas diferencias. Porque ¿vaya que somos diferentes no?
  • Pero no solo eso, en nuestro quehacer promovemos una igualdad la cual va más allá de los géneros o de nuestra especie misma, buscamos una armonía con la naturaleza, y no hablo únicamente de la sustentabilidad sino de algo más revolucionario que eso, el amor, la idea de la Coop es trabajar desde las emociones, el cuerpo, la empatía, el respeto por todos los seres vivos, y creemos que juntas, podemos lograrlo.

¿Sabías que una mujer en su vida menstrual utiliza entre 10 y 14 mil toallas sanitarias y tampones? ¿Qué la fabricación de una sola toalla emplea 3.5 litros de agua? ¿Que cada segundo se tiran más de 13,700 de estos productos a nivel mundial? Bueno, ya sabemos o nos imaginamos las repercusiones que esto tienen en el mundo que habitamos, los desechos sanitarios no son biodegradables y gran cantidad terminan en el mar, seguramente pronto intentarán mandarlos al espacio pero mientras eso sucede, están aquí.

Peeeero probablemente hay algo que no sabes, tal vez imaginas o intuyes, estoy segura que lo sientes, eso sí, pero que no has hecho conciencia bien a bien de lo que implica usar desechables y esto tiene que ver con el conocimiento o desconocimiento que tienes de tu cuerpo.

En esta charla, vamos a hablar de sangre, pero no cualquier sangre, sino de sangre menstrual, de aquello que nos han contado pero sobre todo de lo que no nos han contado, de esto va mi vida en estos momentos, y desde hace ya unos años, de preguntarle a las chicas: “cuéntame ¿cómo es tu flujo?” y muchas me ponen cara de juat, pero con el paso del tiempo poco a poco las cosas han ido cambiando, afortunadamente.

La menstruación es un tema que nos ha sido arrebatado y que nos hemos dejado arrebatar, es algo que ocultamos, nos avergüenza, nos da asco, pero es algo vital para conocer cómo funciona nuestro cuerpo, y sobre todo para aprender a cuidarlo, y a cuidarnos entre nosotras.

Nos hemos alejado de nuestro cuerpo por temor a equivocarnos en su tratamiento, le hemos cedido el papel de su cuidado a alguien más, y ya es tiempo de recuperarnos, adentrarnos en nosotras mismas y empezar a actuar. Y desde mi experiencia en Maclovia me he dado cuenta que la mejor forma de generar un cambio ha sido y será en colectivo.

Hemos aprendido de nuestras madres, abuelas, hermanas, amigas, de los medios de comunicación que la regla duele, huele mal, es incómoda, molesta. Hemos aprendido  de lo que nos cuentan pero también de lo que no nos cuentan, el problema es que al día de hoy en pleno siglo XXI la falta de una conversación abierta y de acceso a la información orilla a muchas niñas y jóvenes a vivir su menstruación en silencio y en aislamiento, y muchas acaban exponiéndose a infecciones y enfermedades al desconocer cómo funciona este proceso fisiológico y qué medidas de higiene deben adoptar.

Y por ello es vital enterarnos qué es lo que estamos utilizando para “cuidar” nuestro cuerpo.

Nuestra vida cotidiana está repleta de cosas que usamos una sola vez y luego desechamos, se encuentran en nuestra casa, en el trabajo, cuando salimos a la calle, entre los más comunes encontramos: envoltorios de comida, servilletas, rastrillos, cotonetes, y claro, los pañales, tampones y toallas sanitarias.

Para fabricar estos objetos es necesaria mucha energía, tiempo, derivados del petróleo, árboles y agua, mucha agua, pero el uso que les damos es muy breve. Tomemos en cuenta que la mayoría de productos de un solo uso son prácticamente imposibles de reciclar en forma masiva, por lo que casi todos terminan en vertederos, en el mejor de los casos, pues muchas veces son tirados en ríos, terrenos baldíos, lagos o playas. Todos contaminan pero unos más que otros, ya que contienen químicos y componentes tóxicos que dañan nuestra salud, como son los productos de “higiene” femenina.

Pero, ¿cuánto menstruamos? ¿Alguna vez te has preguntado eso o te has puesto a hacer cuentas? La vida fértil de una mujer promedio es de casi cuatro décadas. En condiciones regulares su ciclo dura 26 días con cinco días de sangrado, esto es un total de 2,600 días, 86 meses o poco más de 7 años. Tomando en cuenta la recomendación de usar una toalla cada cuatro horas tenemos que, al mes, utilizará 30. El cálculo para 1 año será de 390. Si esta mujer llega a la menopausia digamos a los 50 y su ciclo comenzó a los 13 años, utilizará más de 14 mil (14,430) productos femeninos durante su vida.

Con un costo promedio de 1 peso con 50 centavos por toalla, esto representa un desembolso de ($21,645 pesos). ¡Más de 20 mil pesos en un solo producto! ¡Además uno súper dañino!

¿Por qué? Porque las toallas y tampones están compuestas de materiales como pulpa de celulosa, polietileno, rayón, asbesto, herbicidas y pesticidas, los cuales pueden formar subproductos llamados dioxinas, componentes altamente tóxicos que afectan seriamente los órganos reproductores, pueden causar malformaciones fetales, afectar el sistema inmunológico y el resto de los tejidos en nuestro cuerpo.

Por ejemplo, el asbesto es un grupo de minerales que se utiliza en azulejos, cemento, frenos para autos, pintura, y por qué no, en algunas marcas de tampones, es añadido para provocar sangrado excesivo e incrementar las ventas.

Estos materiales puede producir daños irreversibles a nuestra salud, algunos han sido catalogados como sustancias cancerígenas y asociados como causantes de endometriosis, dismenorrea o el síndrome del shock tóxico.

La endometriosis, que consiste en el crecimiento descontrolado de los tejidos endometriales, aunque no están claras las causas hay estudios que sugieren que el uso de estos productos puede ocasionarla. La dismenorrea es conocida como dolor abdominal bajo tipo cólico, pero con un margen amplio de severidad, puede tener implicaciones médicas y psicosociales significativas, desde pérdida de trabajo o ausencias escolares. Y el Síndrome de Shock Tóxico, es causado por una complicación grave de una infección bacteriana llamada staphylococcus. El uso del tampón, sobre todo si se deja por mucho tiempo, puede provocar esta enfermedad. Los síntomas van desde diarrea, dolores de cabeza, fiebre, baja en la presión arterial, vómitos, crisis epilépticas y puede llegar a la insuficiencia de riñones e hígado.

En 1980, se reportaron 814 casos de este síndrome, 38 personas murieron. La mayoría eran mujeres que estaban haciendo uso de un tampón sintético llamado Rely, era tan absorbente que uno solo bastaba para todo el periodo de una mujer.

Pero bueno, sigamos haciendo cuentas. De las 3000 millones de mujeres que habitamos el planeta 1,800 millones menstruamos, esto significa que al año se botan aproximadamente 432 000 millones de toallas, 13,699 por segundo.

Si cada producto pesa 5 gramos después de utilizarlo, se generan 2,160,000 toneladas de relleno sanitario anual, altamente contaminante.

El plástico es uno de los materiales que más tiempo tarda en degradarse y aunque en algunos casos se puede reciclar, cuando hablamos de este tipo de desechables es un proceso sumamente costoso que las empresas no desean realizar. Si son incinerados ¿qué pasa? Emiten Productos de Combustión Incompleta, especialmente dioxinas las cuales son 10.000 veces más tóxicas que el cianuro.

Tomemos en cuenta que el desperdicio no es únicamente de la toalla, se genera basura de las bolsitas individuales, del empaque, la bolsa del súper y bolsa donde las tiras. Los aplicadores de los tampones están creados para durar más de una vida a pesar de que los utilices sólo por 10 segundos.

Se estima que entre 5 y 12 millones de toneladas métricas de plástico ingresan al océano cada año, el “gran parche de basura” del Pacífico es tres veces el tamaño de Francia, y es solo uno de los cinco basureros flotantes en cada uno de los principales giros oceánicos. Contiene 1,8 billones de piezas de plástico y pesa 80.000 toneladas. Cerca de la mitad son redes de pesca, la otra mitad plásticos de un solo uso.

Hoy en día las compañías de desechables no están obligadas a proporcionar información como los hacen los alimentos, no existe una normativa comercial en la que se considere a la mucosa vaginal tan importante como la digestiva. Nos transmiten con sus anuncios televisivos de toallas súper absorbentes de líquido azul la idea de que menstruar es un proceso desagradable y sucio, todo lo cual ayuda a perpetuar los mitos y tabúes que todavía se tienen sobre ella, y nos venden sus productos higiénicos, discretos, blanqueados y aromatizados, los cuales una vez que están sucios, es fácil tirarlos a la basura.

Y, ¿Cuáles son esos mitos y tabúes? En India por ejemplo, es habitual que las mujeres no puedan entrar a la cocina o comer con su familia debido a la creencia de que una mujer con la regla puede agriar la comida. En Nepal mujeres y niñas son expulsadas de sus casas cada mes y relegadas al campo o a los cobertizos destinados a los animales, en Japón se cree que debido al periodo tenemos un desequilibrio en nuestro gusto, y es por eso que no podemos ser sushi chefs. En Afganistán se cree que lavarse la zona vaginal durante la menstruación puede causar infertilidad. Este mito, sumado a las dificultades para comprar toallas genera importantes problemas de salud reproductiva.

También, en este afán de no querer decir su nombre, hemos ideado muchas formas para referirnos a ella, sin nombrarla. Pero, ¿a qué nos han llevado todo esto? La forma en la que niñas y mujeres viven su menstruación alrededor del mundo es muy diversa, sin embargo la mayoría de las veces se vive de manera racista, violenta y antihigiénica.

En muchos países incluido el nuestro, la falta de baños dignos en escuelas y en algunos centros de trabajo así como el precio de las toallas desechables, obliga a niñas a quedarse en casa cuando tienen la regla. En Kenia se estima que pierden en promedio tres días de clase al mes, lo que equivale al 20% de un año escolar, y muchas abandonan la escuela totalmente una vez que empiezan a menstruar.

La falta de higiene tiene que ver también con la carencia de agua limpia y saneamiento, WASH United encabezó el Día Mundial de la Higiene Menstrual el 28 de mayo desde el 2014, para visibilizar que al menos el 40% de la población mundial no tiene acceso a algo tan básico como un baño limpio. Debería importarnos la gestión de la higiene menstrual porque puede aumentar el crecimiento económico y social empoderando a niñas y jóvenes, e impulsar el desarrollo a nivel mundial.

Como les mencionaba no soy ginecóloga, doctora o algo similar, pero este año cumplo 8 años sin usar desechables, a raíz de esto mi cuerpo transitó por muchos cambios realmente positivos, mi periodo bajó de 6 a 2 días, disminuyeron enormemente cólicos, inflamaciones y no recuerdo la última vez que tuve una infección vaginal.

Comencé a registrar las fases de mi ciclo por medio de una herramienta llamada diagrama lunar para poder conocer la influencia que tiene este satélite en mi biociclo, me inscribí a una comunidad online para mujeres menstruantes y utilizo el método sintotérmico como un método de anticoncepción natural, el cual consiste en tomarme la temperatura basal todos los días a la misma hora y en el registro de mis flujos a lo largo de todo el mes, lo que me ha permitido prescindir de las hormonas sintéticas.

En estos 8 años he aprendido de muchas otras mujeres que mis 4 fases: la menstrual, preovulatoria, ovulatoria y premenstrual son al menos 4 mujeres viviendo dentro mí, y que cada una tiene un súper poder, 4 formas de ver el mundo, de crear el mundo y de dar al mundo. He aprendido cómo registrar, leer y encontrar patrones en cada una de estas fases, y que a lo largo de mi ciclo experimento cambios físicos, psíquicos y emocionales muy particulares.

También que mi ciclo abarca mucho más que mis dos días de sangrado, ¡que lo abarca todo! Que la sangre menstrual no nos hace mujeres y que no existe regla en la regla, ni tal cosa como la regularidad de los 28 días, otro mito.

Me he dado cuenta que cuando he tomado las decisiones más importantes de mi corta vida, estoy en mi fase menstrual y hay luna nueva, que cuando estoy preovulando disfruto más y me sale mejor trabajar en las finanzas de la cooperativa, que prefiero dar charlas como esta cuando estoy ovulando porque mi locución es mejor y porque mi cabello y mi cutis lucen mucho mejor, o que si quiero crear un producto nuevo prefiero hacerlo en mi menstrual, la fase donde estoy más creativa.

He aprendido que lo que leo, la música que escucho o cómo decido vestirme tiene que ver con mi ciclo, pero de entre todas estas cosas, lo que más me ha gustado es aprender a disfrutar mi menstruación, he decidido que no quiero llegar a ser una mujer mayor como las que constantemente se acercan a nuestro stand en los bazares y nos dice “ahh son toallas, gracias a dios yo ya no sufro de eso”.

Es así que lo que te cuento se basa en mi propia experiencia, y en la de muchas otras mujeres que hemos migrado a alternativas sustentables, alternativas que son en realidad herramientas para acercarte a ti misma, el hecho de tomar una toalla de algodón con tu propia sangre, olerla y lavarla, ya es revolucionario para muchas mujeres que crecimos en un mundo de tabúes.

Y es por eso que hacemos toallas, no solo por el planeta, en principio, las hacemos por ti. En el tiempo que tenemos construyendo Maclovia podría afirmar que casi el 100% de las chicas que se acercan a nosotras para adquirir toallas o copas lo hacen con el objetivo de responsabilizarse de su consumo, ¡y está genial! pero recuerda, no es lo mismo cuidarte a ti a través de cuidar el planeta, que cuidarte a ti y después cuidar el planeta. Necesitamos aprender a habitar nuestro cuerpo antes que al mundo.

Hoy en día ya no estás sola, existen gran cantidad de proyectos de mujeres en todo el mundo que pueden orientarte para descubrirte como eres en realidad, búscalas, y no olvides que habemos mujeres que estamos tendiéndole la mano a otras, y entonces puedes ya no ser solo tú, sino formar parte de una colectiva.